Valle de Luena

Humilladeros





Fotografías de  Ramón Santamaría de la web  www.cantabriasolofotos.com

A lo largo de toda Cantabria y en los lugares más insospechados, existen ejemplos de humilladeros, también conocidos en esta tierra como santucos.

 

Son pequeñas edificaciones que se ubican en el borde de los caminos y que contienen alguna imagen en su interior realizada en piedra o madera, para que el caminante se acerque y deje sus oraciones y alguna que otra limosna. En Luena se pueden encontrar dos de estos humilladeros enclavados a los pies de Sel de la Peña y en la subida al Escudo más concretamente en San Miguel de Luena.
A tenor de esta noticia nos aseguran que hay tres humilladeros mas uno en Carrascal de Cocejon y otros dos en Resconorio,los visitaremos y os publicaremos las fotos.

El primero de ellos en un estado ruinoso y el segundo mejor conservado, aun así una pequeña inversión en recuperar estos preciosos monumentos, no estaría nada mal.

Suelen ser de gran simplicidad constructiva en cuanto a planta y alzado, y estar realizados en piedra, unos con cubiertas a dos aguas y acceso de balaustrada de madera a modo de portillera, otros precedidos por un porche con hastiales, a imagen de las típicas casonas solariegas. Los hay con tejados a cuatro aguas y bóvedas de crucería, pero no son los más usuales. El arco de medio punto es especialmente representado, sin que falte el aspecto de portalón de cubierta soportada por vigas travesaño, entre el muro y el muro lateral.

Algunos de estos humilladeros se abandonaron con el tiempo y fueron invadidos por la naturaleza hasta su total desaparición, otros se mantuvieron con la finalidad de dar cobijo a los caminantes como refugio ante las inclemencias meteorológicas. Pero la tónica general es que, a pesar de que las imágenes solían aislarse del caminante por medio de una reja de hierro, éstas hayan desaparecido. Algunas de estas piezas eran auténticas joyas del arte religioso popular, en muchos casos cuidadosamente policromadas por gente anónima, que era generalmente quien se encargaba de realizar estos humilladeros, a veces para cumplir con un voto personal y otras como simple devoción a su santo. Varios de ellos llegaron incluso a convertirse en ermitas, gracias a las donaciones de algún miembro acaudalado de la comarca, que pensaba que los santos de determinado humilladero le habían ayudado en alguna ocasión.


 

 

 


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