| «Me la encontré tirada en un bardal, con las manos atadas con una brida y sangre en las muñecas, después de que un vecino le quitara la mordaza y le desatara los pies. Estaba en sujetador, porque le arrancaron la blusa. En el pecho tenía escrito 'H. D. P.' y en la barriga dos hileras de palabras que no acerté a entender. Se tuvo que duchar cinco veces para que saliera la tinta». Así de escabroso es el relato de José Luis Castañeda, el alcalde de Luena (PRC), del ataque que sufrió su mujer, Pilar González, el sábado por la noche cuando se dirigía en moto a su casa de Sel de la Carrera, por parte de dos desconocidos, vestidos con un mono de plástico con capucha, que la estaban esperando detrás de un árbol en una curva desprovista de iluminación. «No sabe si eran hombres o mujeres, no pudo verles la cara ni oírles, porque no hablaron. Yo pienso que no son de aquí y están pagados». Pagados, según Castañeda, «por los de siempre, los que quieren que abandone la Alcaldía». «Y hay más testigos», apunta, «diez o doce» vecinos que la vieron «tirada en el suelo» y la acompañaron al cuartel a poner la denuncia.
Insiste en su tesis del móvil político y atribuye al entorno del Partido Popular la historia de amenazas, muertes de sus animales, pintadas en sus propiedades y ataques a su familia.
Ayer, sin embargo, la truculenta historia dio un giro al levantarse el secreto del sumario. Las investigaciones del juzgado número 2 de Medio Cudeyo, que dirige el juez Juan Varea, «alejan los móviles de naturaleza política y las sospechas apuntan al círculo más cercano del alcalde», según fuentes judiciales. Una tesis que ya es «concluyente», después de las pruebas caligráficas de los mensajes intimidatorios denunciados por Castañeda, que han cerrado el círculo de sospechosos hasta «el entorno» del propio denunciante.
«¡Pongo la mano en el fuego por mi mujer!», exclama Castañeda nada más enterarse de la tesis del juez. «¿Y por qué en todos los mensajes se refieren a 'los alcaldes' -también amenazaban al ex regidor, José Ángel Ruiz-? ¿Por qué ponen en la cuadra 'Vete ya'? Que no digan que no es político, las pintadas ahí están, la Guardia Civil tiene fotos, las notas del felpudo y la ventana, si eso no es político...».
Ignora a quién se refieren desde el Juzgado al hablar de «su entorno». «Si aquí todos somos familia», y asegura que «jamás» dudó de la inocencia de su mujer, con quien también está unido por lazos de parentesco, «somos primos terceros o cuartos». Ella, de 38 años, nació en el pueblo y él, de 45, en Torrelavega, pero iba en moto a diario a Sel de la Carrera para ver a las vacas y al final decidió quedarse «en la selva», ironiza, y allí crían a sus tres hijas, de 17, 15 y 12 años, que también han sufrido lo suyo, «a las dos mayores las insultaron por la calle».
Otra nota en la ventana
Mantiene que todas las amenazas tienen tinte político y desvela que el pasado martes llegó la última: una nota pegada en una ventana de su casa en la que ponía «que si en 48 horas no dejaba la Alcaldía mi mujer lo iba a pasar bastante mal. Y después unos insultos, 'sois unos ladrones, paletos'», aseguró.
Precisamente, la amenaza de esta nota se cumplió. El abogado de la mujer de Castañeda, José Manuel González, también vincula ambos hechos, aunque se negó a hacer declaraciones hasta que no avancen las investigaciones y se le comunique oficialmente el levantamiento del secreto del sumario. Además, apuntó que ambos sucesos (la última nota y el ataque a su defendida) todavía no habrán llegado al Juzgado y los autos aún no estarán completos.
«¿A qué le llaman secreto? Si aquí todos hablan», se pregunta con sorna Castañeda, apeado del tractor con el que segaba uno de sus prados bajo el sol del mediodía, y recordaba la serie de rumores que corrieron por el pueblo: «que si mi mujer estaba detenida, que si tenía un lío con el ex alcalde, que si me habían precintado el bar, que si se habían llevado a mis suegros...». Ayer el bar estaba abierto, atendido por una de sus hijas. Cuatro hombres tomaban algo en el interior poco antes de la hora de comer. Entre ellos, el aludido suegro, que con rostro abatido contaba que sigue adelante «gracias a las pastillas» y que su hija está «en la cama».
En defensa de Pilar
En otro bar, situado en la carretera general, donde suelen parar los ediles del PP, el propietario, padre de uno de ellos, llama por teléfono a su hijo, José Antonio Ibáñez, que se niega a decir nada «hasta que el juez o la Guardia Civil no aclare las cosas». En la barra toma café con otro hombre el único edil socialista, «yo tengo fe en la Justicia», dice. «Que dejen en paz a Luena y hablen de Sel de la Carrera», se queja otro cliente.
En el pueblo un vecino, que se niega a facilitar su identidad, tilda de «vergüenza sin pies ni cabeza» todo lo que está ocurriendo, y apoya la tesis del regidor: «quieren echarlo de alcalde, porque al otro le pasó igual». «Tiene a todo el pueblo en vilo», añade, y defiende con firmeza la honorabilidad de Pilar González, «es imposible que haya matado al cordero y a la perra, es una chica que va con su potrillo a todas partes y que cría el ganado a biberón. Es absurdo. Imposible», zanja, y señala la cuadra donde apareció el cordero ahorcado, en cuya fachada aún se lee la pintada 'Ja, vete ya'.
En la casa familiar de Castañeda, la moto en la que iba su mujer cuando la atacaron está aparcada frente a la puerta, sobre unas manchas que aún se perciben de otra pintada. Sale del interior la hermana de Pilar, para decir que ésta «no piensa hablar» y valorar que los que la atacaron «son como terroristas. Es increíble que estemos en un país libre y amenazados».
Son las tres de la tarde y Castañeda continúa segando el prado. «Yo vivo de mi trabajo, si me rompo la cabeza en el Ayuntamiento es por el pueblo. Pues que lo cojan ellos. No había que llegar a esto», reflexiona, y se pregunta para qué tanto sufrimiento: «no sé qué buscan, aquí no hay dinero, yo cobro 245 euros por ser alcalde, que no da ni para el móvil». Se siente arropado por su partido y esperaba reunirse estos días con su grupo municipal, antes de hablar con la dirección regional y tomar la decisión de abandonar o seguir en el puesto, que ni siquiera él tiene claro: «Esta mañana me ha llamado Guillermo Blanco, sé que Revilla está al tanto, pero ¿qué va a hacer? Y todos los consejeros, tanto del PSOE como del PRC, me apoyan», decía. Tiene claro que no va a anteponer la Alcaldía a su familia, aunque cree que abandonando tampoco conseguirá que las cosas mejoren, «al que venga le pasará lo mismo, a no ser que le entreguemos el gobierno al PP».
Mira el reloj, «¡ya son las tres y media!», y los prados sin segar. Se despide y continúa la faena.
Siguiente parada: un bar de la carretera general. «¿Estamos a tiempo para que nos deis de comer?», «si no preguntáis nada sí». Así están las cosas por Luena.
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