| El obligado paso desde Santander a la Meseta por el puerto de montaña de El Escudo provocaba que en este tramo de la Nacional 623 la posibilidad de sufrir un accidente con consecuencias fatales fuera considerable. Y así vino sucediendo hasta que se inauguró la autovía A-67, que ha logrado 'arrebatar' la mayor parte del tráfico, sobre todo el pesado, a una de las carreteras con mayor riesgo de siniestralidad.
Once menos cuarto de la mañana. Punto kilométrico 109. Barrio de Entrambasmestas. Comienza el viaje hacia la cumbre de El Escudo. El temible Escudo. El retorcido Escudo. El día está despejado, como la carretera, una línea gris que discurre y se esconde, o directamente se pierde, entre montes interminables y exuberante vegetación que van tiñendo de verde musgo la escena hasta apoderarse de ella. Por lo bucólico del paisaje, y la tranquilidad, cualquiera diría que uno conduce por uno de los diez tramos más peligrosos de España, al menos es lo que sigue aseverando el Real Automóvil Club de España (RACE) en su último informe.
Primera parada. Mesón Las Ventas. Está ubicado en una larga recta, en el kilómetro 104, donde una señal (velocidad controlada por radar) advierte al conductor de que es momento de levantar el pie del acelerador. No está puesta porque sí. La principal causa de los accidentes que se producen en esta zona es la velocidad inadecuada al tipo de vía por la que se conduce. De hecho, la estadística muestra que desde 2006 se han registrado aquí hasta cuatro siniestros, algunos de ellos de muy graves consecuencias.
«¿Peligroso? ¡No, hombre, por Dios! Aquí han ocurrido desgracias, sí, pero como en otros sitios», dice José Antonio Ibáñez al otro lado de la barra mientras sirve unos cafés. Es el gerente del mesón desde hace veinte años, «el mismo tiempo que lleva abierto este puerto de montaña», añade, atribuyendo los accidentes a la imprudencia de los conductores y al desconocimiento del lugar. «Hay motoristas que han parado por aquí y les he oído alardear entre ellos de cómo han cogido aquella curva o la otra... ¡como si esto fuera el Jarama! Y no. Esto es El Escudo y, si no se conoce, al menos hay que respetar la velocidad».
Toño -como le llaman cariñosamente sus amigos- reconoce que este tramo no es lo que era. La apertura de la autovía A-67 ha disminuido el tráfico (al mismo ritmo que sus clientes) y las condiciones de la vía «son mucho mejores». Todavía recuerda cuando allá por 1989 una docena de alcaldes burgaleses y cántabros trataron de impulsar la construcción de un túnel en el lugar. «Eso estaría bien», comenta. Un cliente le interrumpe bromeando: «Toño, que aquello fue por los Santos Inocentes, hombre».
En todo caso, avisa: «Tengan cuidado al llegar a la 'curva de los italianos'. Allí es donde más accidentes ha habido», asegura en tono estadístico. Cuenta que en el valle se la conoce así, como 'la curva de los italianos', desde que por allí se despeñó un autobús en el que viajaba más de una veintena de personas rumbo al 'monumento a los italianos' para visitar las tumbas de los cientos de soldados de Mussolini, que en 1937 ayudaron a las tropas nacionales de Franco en la toma de Santander.
Con la advertencia a bordo, el viaje se reanuda. Alguna casa a los pies de la carretera y tres camiones por el carril opuesto animan el desértico paisaje que ofrece el valle del Luena. Zigzagueos. Rectas. Más zigzagueos. Y asoma el pueblo de Los Pandos. Está en el kilómetro 101. A orillas del río Selviejo y entrando a San Miguel de Luena. Otro aviso («tramo de concentración de accidentes»), curvas pronunciadas, en forma de 's', una limitación de velocidad (límite, 50), un ramo de flores colocado en el 'quitamiedos' derecho y un paisano caminando por el arcén izquierdo se comen otros dos mil metros de asfalto.
Comienza la subida
Kilómetro 99. Zona urbana de Bollacín. Vista y no vista. Queda atrás. y ahí está. La 'curva de los italianos', una pronunciada y cerrada subida que Roberto Ortiz, vecino de la zona y operario de conservación de Carreteras, conoce bastante bien. «Por ahí es donde más camiones se han despeñado». Incluso confirma que, en numerosas ocasiones, la carga que transportaban algunos de ellos se vio abandonada a su suerte en el descanso del terraplén, por lo que surgía a menudo la oportunidad de que vecinos cogieran lo aprovechable. «Eso sí, siempre que hubiera la correspondiente autorización para hacerlo», comenta Ortiz. Otro ramillete de flores a la derecha. Los oídos se empiezan a taponar.
Kilómetro 97. Disminuyen las pronunciadas curvas y el camino se hace más liviano. Pero la pendiente sigue y continúa incrementándose rebasando el 10%. Atrás, a la margen izquierda, queda el bar 'Ana Isabel', el mítico bar 'Ana Isabel', que cuelga el cartel de 'se vende'. El aviso de 'tramo de concentración de accidentes', las continuas señales de balizamiento a ambos lados y dos máquinas quitanieves estacionadas en una zona próxima a la vía, no hacen más que recalcar a uno dónde se encuentra.
Segunda parada próxima a la intersección con Resconorio. 'Casa Cin'. Un bar que durante 35 años regentaron Susana Ortiz y su marido pero que ahora, tras la jubilación de ambos, se ha convertido en su hogar, conservando de aquella actividad tan sólo el nombre. «Antes nevaba mucho más, recuerdo incluso que la nieve llegó en ocasiones hasta la mitad de la puerta», comenta la mujer desde la entrada de la vivienda, asegurando que en cuanto a peligrosidad, «son mucho peores Las Hoces». Al rato llega José Manuel Martínez, panadero de la zona desde hace cuarenta años. «No, a mí ya no me huelen los frenos al bajar. Hay que saber hacerlo», comenta el hombre subido todavía a la furgoneta con la que debe continuar el reparto. Lleva prisa, pero antes de marcharse, explica: «el vehículo debe bajar por aquí en segunda o tercera, dependiendo también del peso que uno lleve y siendo cuidadoso porque lo más fácil, si no se conoce, es llegar abajo sin frenos».
Con la nueva recomendación presente para más tarde, el recorrido se pone en marcha de nuevo. Señal de peligro de curvas. Y llegan. Punto kilométrico 95. A partir de este tramo es donde se han registrado un total de ocho accidentes en los últimos años, algunos de gravedad.
Última parada
Por fin se avistan las antenas de telefonía, que, según comenta el operario de carreteras, no dan servicio al valle, sino a la otra localidad. 1.011 metros de altitud. Un curva a la izquierda abre el acceso a la última parada, el mirador de Padanía. Allí, un vecino de Reinosa (y oriundo de La Costana) ha estacionado su vehículo para disfrutar del paisaje que le vio nacer hace 65 años. «Antes bajaba mucho por aquí porque ¡mira qué vistas! Hay que reconocer que la belleza de El Escudo no se puede comparar con nada». Y tanto. Se expanden impresionantes el vasto territorio pasiego a un lado y, al otro, el espectacular Pantano de El Ebro.
El Kilómetro 93 aguarda el 'monumento a los italianos', una pirámide de veinte metros de altura que se muestra imponente ante tal panorama. El cartel que anuncia la llegada a Burgos también lo hace poniendo fin al trayecto.
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